La primera civilización del continente africano, que podemos datar sobre el año 3000 a.C., empezó en los bordes de un río igual que la de Iraq, la India y China. Formaba la parte sudoeste del Creciente Fértil, una extensión semicircular que se prolongaba desde el delta del Tigris y Éufrates, tierra de los Sumerios, hasta el alto Egipto en el valle del Nilo.
La arqueología ha puesto al descubierto los ideales y creencias implícitos en los mitos de la civilización egipcia, algunos de los cuales permanecen hoy día.
El Nilo fluye unos mil kilómetros entre dunas y acantilados con una media de anchura de 9 km. Es una geografía espectacular a la vista: un lazo azul que fluye entre arenas doradas y estrechos prados verdes, presidido por un sol brillante. Pero lo que es más, el río dio forma a una civilización.
Contrariamente al sumerio, sumido en su tierra de marismas, el espíritu egipcio era optimista y confiada, inundado cíclicamente con el aporte fértil del río. Este equilibrio climático y abundancia agraria en Egipto provocó esperanza y una creencia en la permanencia y estabilidad del mundo.
Su civilización tenía una prehistoria cultural en el valle del alto Nilo dónde muchas comunidades de minifundistas crearon sistemas de irrigación para sostener sus cultivos con ayuda de la llamada 'tierra negra' de las inundaciones anuales. Sobre el año 3000 a.C. estos cultivadores dispersos fueron unificados en un estado único, el primero de la historia.
Los datos sobre los principios de la civilización egipcia empezaron a conocerse en 1897 cuando el arqueólogo británico Greene salió en búsqueda de los orígenes. En el alto Egipto encontró el altar de una divinidad local llamado Horus el halcón. Por la misma época otros investigadores encontraron allí mismo una placa dibujada en dónde se ve el rey Narmer, el legendario fundador del nuevo estado. Lleva la corona del alto Egipto y está decapitando al rey del delta. Es la instantánea de la unificación del país.
Un año más tarde Greene descubrió en la misma zona una elevación redonda de arena blanca de 3 metros de altura revestida por una capa inclinada de piedra arenisca. El arqueólogo interpretó esta construcción como la representación simbólica del lugar de la Creación cuando la primera isla apareció desde los mares del caos. (El mito sumerio de la Creación también contaba que la primera terra firme surgió desde el mar en una elevación llamada Eridu. Igualmente en el texto del Génesis 1/9-10 el redactor de la tradición P(sacerdotal) cuenta que Dios hizo aparecer tierra firme de las aguas primordiales, les dio los nombres de 'tierra' y 'mares' y bendijo su creación.)
En la mitología egipcia el halcón Horus fue el primer ser vivo a posarse sobre esta isla surgida de los mares y a partir de entonces en todo templo egipcio se dibujó la misma escena: una elevación con un altar de caña que rodeaba una percha para el halcón. Era un recordatorio a todo creyente egipcio no sólo del momento de la Creación sino del origen de su civilización, una sociedad fundada sobre el derecho divino del faraón y que permanecería estable siempre que se repitiese los rituales tradicionales. Efectivamente se mantuvo inmutable hasta la conquista de Egipto por Alejandro el Grande unos 2.700 años más tarde.
Para los egipcios el derecho divino era la garantía de un cosmos estable. Esta misma idea fue aceptada siglos después por culturas europeas. (En el 'Macbeth' de Shakespeare la mentalidad inglesa del 1600 percibió el asesinato del rey como provocador de un desorden natural cósmico. No fue hasta el siglo 17 que el derecho divino del rey se cuestionó en el Reino Unido y esto llevó a una guerra civil. Se necesitó en Francia la revolución del siglo 18 para acabar con la misma idea.)
Los primeros reyes egipcios fueron enterrados en Abydos en templos mortuorios palaciegos. Más tarde los reyes Horus descendieron desde el alto Egipto al delta del Nilo y construyeron su ciudad real, Menfis y sus tumbas. Así la ideología del primer estado mundial fue resumiéndose en tres conceptos: poder central, rituales reales y el culto a los muertos.
Hoy podemos ver las pirámides como equivalentes a las elevaciones artificiales de otras culturas como la persa, maya o azteca que mostraban su poderío creando grandes símbolos públicos. En Egipto el rey muerto tenía el estatus de una manifestación del mismo Rey Sol. (Es notable que hasta en el siglo diecisiete Luís XIV, que construyó el palacio de Versailles, fue considerado como 'el rey sol' en Francia.)
A través de la irrigación y la agricultura se pudo proveer un nivel de vida para todos los súbditos egipcios, a cambio de gastar los enormes excedentes en tumbas y palacios. El faraón fue endiosado porque representaba la unidad del reino terrenal y el divino y por ende la estabilidad del cosmos. Era el máximo responsable (mágico) del ciclo de inundación del Nilo sin el cual la vida en Egipto hubiese sido imposible.
El mito de la sacralización del poder dónde la autoridad es entregada a una persona por la mayoría es un legado cultural egipcio que perdura hasta hoy. Reyes, Papas y Presidentes tienen un aura especial y habitan construcciones grandiosas para expresar su autoridad. También tienen la responsabilidad de asegurar estabilidad en un mundo incierto.
En Egipto los lazos que unía el pueblo con el estado eran económicos y religiosos y el gran acontecimiento en sus vidas religiosas era el peregrinaje a Abydos dónde todo comenzó. Allí se celebraba la resurrección de Osiris, rey de los muertos. Igual que los Hindúes a Varanasi, los Musulmanes chiitas a Karbala o los Cristianos al valle de Josafat, los antiguos Egipcios querían enterrarse a Abydos. Todas estas fes comparten la creencia en un espíritu eterno, un juicio final y la resurrección después de la muerte.
También se encuentra en el templo de Abydos la ilustración pictórica de la Madre divina, Isis, con el rey Seti en sus rodillas. (Parecida escena se ve en las tallas cristianas románicas y góticas : el niño en el regazo de la virgen.)
Sin embargo, contrario al cristianismo, no hay concepción de infierno en Egipto porque no cabe en su visión religiosa optimista.
En 332 a.C. Alejandro el Grande conquistó Egipto y la civilización se volvió hacia el mar y su nueva capital Alejandría, una ciudad enriquecida por los mercaderes de las Rutas marítimas de la Seda, un nuevo paraíso, esta vez hedonista.
No obstante la antigua fe no se perdió completamente. En la víspera de luna llena de marzo, justo antes del calor de verano, miles de egipcios descienden sobre el pueblecito de Luxor en Egipto medio para celebrar la fiesta anual de la primavera cuando el Nilo crece y hay 40 días de luto por los muertos. Es un festival ecuménico y los musulmanes lo celebran en una mezquita dentro de un gran templo pagano egipcio. Los cristianos Coptos participan también porque en el pasado tuvieron una iglesia dentro del mismo templo. Es un festival que refleja la cultura del alto Egipto, el lugar dónde todo comenzó, y muestra que las tradiciones todavía son vivas.
Hoy en el bajo Egipto, incluso con su cultura griega del delta, también hay lugares, como la universidad del Cairo, que investigan la cultura originaria de Egipto. Recuerdan que el objetivo de la civilización es una vida cooperativa y estable, que funciona cíclicamente con crecimiento y declive y que crear raíces es su hábito distintivo. Es el resumen del pensamiento civilizador de los faraones que construyeron el primer estado mundial con una estabilidad que se mantuvo durante casi 3.000 años.
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