Fue en unas islas, Mileto y Samos, cerca de la costa de Anatolio, que empezó una nueva visión griega que ha formado el pensamiento europeo.
La cultura griega tradicionalmente había concebido los humanos como títeres en manos de los dioses. Después de la invasión de las islas del Egeo por los Persas en 547 a.C unos filósofos, probablemente muy influenciados por ideas persas, empezaron a especular sobre la composición del universo, la geometría de la naturaleza, el papel de la humanidad y la existencia de los dioses. La nueva percepción era que los humanos eran independientes de los dioses y podían proyectar su mundo solos.
En aquellas islas nacieron las ideas proto-científicas que establecieron los fundamentos de nuestra visión occidental del universo. Uno de los más famosos es el concepto de los pitagóricos. Esto propone entender la naturaleza a través de las matemáticas. Marcó el principio de la comprensión de la naturaleza por la humanidad y su dominación sobre ella.
La época era mediados del primer milenio a.C., La Edad Axial, de Confucio, Buda, los gramáticos y filósofos en India, el zoroastrismo, los profetas hebreos y de la nueva visión científica en Grecia. Esta última tomó las ideas de Asia para construir su propia civilización. Fue la primera vez que Europa participaba en las corrientes civilizadoras.
Desde Samos es fácil comprender porque las ideas llegaron desde Oriente: es un punto intermedio en el continente euroasiática. De hecho la palabra 'asia' en griego antiguo significaba Anatolio, la costa turca visible desde las islas del Egeo. Allí comenzaba la geografía de las tierras de las civilizaciones del Creciente Fértil, de Irán, de la India y de China.
Los conceptos pitagóricos que emanan de Samos tenían fuentes asiáticas como la astronomía y matemáticas babilónicas y las ideas de la India sobre la reencarnación. De hecho la arqueología ha descubierto una tableta babilónica escrita en cuneiforme y clasificada como Plimpton 322 que describe cálculos de trigonometría un milenio antes de los pitagóricos. Debemos a los pitagóricos el hecho de llevar estos conocimientos al oeste, a la moderna Italia.
Los griegos compartían también la creencia expandida en otras civilizaciones que el universo formaba una unidad armónica, lo que llamaban Cosmos. Esta era una idea original porque implicaba el concepto de un universo como sistema que podía ser analizado y comprendido. Otra aportación original griega era su creencia que el ser humano es político por naturaleza y construyeron su civilización sobre la 'polis', la ciudad. Esta nueva visión racional también fue el catalizador, en Atenas, de una evolución política en la civilización: la democracia.
Para los griegos la cualidad esencial de la vida civilizada era el humanismo: el humano es la medida de todas las cosas y cumplir el potencial del individuo era el objetivo de la civilización. La libertad y el destino son los temas de todo su arte. Comprendieron también que la civilización es frágil y que mantener una sociedad abierta es difícil porque las pasiones irracionales amenazan con irrumpir constantemente.
En el siglo IV a.C. un discípulo de Aristóteles, Alejandro Magno invadió Oriente Medio y el valle del Nilo. Siguió las rutas Persas para tomar Babilonia, destruir Persepolis y continuar hasta Afganistán entrando en la India por el paso del Kiber. Sus sucesores en el siglo II penetraron hasta el valle del Ganges y entraron a saco en Varanasi. Esta fue la primera vez que Occidente salió al mundo.
Sin embargo las invasiones griegas también ayudaron a mantener abiertas las rutas comerciales ya establecidas por los persas en Asia central y que conectaban Europa con Oriente. Los griegos y romanos navegaron por el Índico para comerciar en especies. Fueron los primeros estertores de un comercio global.
Luego los romanos unieron el Mediterráneo por la espada y su Imperio se extendía desde el muro de Adriano en Escocia hasta el Golfo de Persia. Pero con diferencia de la India y la China al imperio romano le faltaba cohesión social, religiosa o ética. Con el desmoronamiento del imperio romano al siglo V Europa entró en una gran crisis económica, social y religiosa. El vacío fue llenado por cultos varios entre ellos uno bastante oscuro proveniente del cristianismo egipcio: el monástico. El cristianismo había llegado a ser la religión oficial del Imperio romano al siglo IV y así unas creencias, mitos y tabúes se asentaron en Occidente. Eran heredados de los pueblos de la edad de hierro en Palestina y últimamente de las ciudades de la edad de bronce en Iraq.
La primera gran historia de la tradición cristiana de Occidente fue escrita en el noreste de Inglaterra en el siglo VIII. Fue en el monasterio de San Pedro y Pablo en Jarrow, cerca de Newcastle. Su autor fue un monje llamado Bede que estableció el sistema de Anno Domini para fechas históricas.
Los libros escritos aquí dan pistas de la visión de su tiempo. David, el héroe bíblico era el modelo de los gobernantes del tiempo y le percibían como un Maestro, un educador de su pueblo. Era el salmista y recuerda la gran tradición occidental de legislación social y bienestar. Pero también hay un dibujo de David, lanza en mano, haciendo guerras justas contra los no creyentes. Si juntamos las dos ideas del héroe tenemos el gobernante occidental ideal desde las Cruzadas hasta la Guerra del Golfo.
La historia escrita por Bede mostraba cómo los pueblos occidentales se transformaron durante la Alta Edad Media a través de la civilización cristiana, mediterránea y latina. Estos libros históricos, dentro de un país pobre lleno de inmigrantes anglosajones bárbaros, nos muestran los elementos claves desde los cuáles saldría la cultura: una religión y ética judeocristianas, humanismo y ley grecorromanos y una sociedad y lengua germánicas. En manos de un historiador como Bede esa mezcla formaba la base para una narrativa poderosa: los pueblos bárbaros de Occidente eran los herederos cristianos del imperio romano y eran destinados a llevar la historia desde la ciudad humana a la ciudad de Dios. La idea judeocristiana que la historia es escatológica, que tiene sentido y lleva a un final es un tema de cultura occidental desde St. Agustín hasta Karl Marx. Entre los siglos XI y XIII los bárbaros llegaron a la edad adulta y crearon una época de magnífica arte y arquitectura, expresiones del alma distintiva occidental.
Una de las cuestiones más intrigantes es cómo los occidentales llegaron a dominar el mundo por encima de civilizaciones tan avanzadas como la India y la China. Un factor que ayudó al desarrollo fue, a partir del siglo XII, un número creciente de casamientos tardíos y familias nucleares pequeñas, lo que no se consiguió en China hasta la imposición legal de Mao. Era clave en la acumulación de riqueza porque aseguraba herencias y propiedades. Añadido a esto había una cultura de propietario posesivo e individualista y una filosofía de mercado libre. Era el principio de la divergencia entre la civilización occidental y las que la precedieron. El individualismo como valor reemplaza la tradicional colectivismo de las civilizaciones antiguas. Es una ideología original occidental y está a la base del nuestro concepto de libertad basado en la propiedad. Es la semilla de la ideología occidental que, a través de las revoluciones británicas, franceses y americanas, llegó a ser dominante en el mundo.
Mientras tanto los grandes recursos de la civilización occidental mantenían sus raíces en el Creciente Fértil. Los musulmanes habían heredado el legado de los Ancianos y fue en el Bagdad medieval que se hizo el primer gran intento de construir puentes entre civilizaciones. A través de sus universidades y bibliotecas la astronomía babilónica, las matemáticas hindúes y la ciencia china fueron transmitidos a Europa por humanistas árabes que trabajaban también en Sicilia y Toledo.
En 1492 ocurrió el evento que cambió el curso de la historia occidental. La conquista del Nuevo Mundo dio enormes recursos a los invasores. Colón escribió a la reina Isabel que la civilización aportaría luz a los autóctonos en su obscuridad y oro a los conquistadores que les permitirá hacer lo que deseaban.
Una figura clave en el nuevo conocimiento fue Francis Bacon porque percibió cómo la ciencia y la tecnología serían utilizadas en el futuro para subyugar a otros pueblos y conquistar la misma naturaleza. A partir de entonces, decía Bacon, el valor supremo no sería medido en términos morales ni religiosos sino en utilidad. La verdad sería la utilidad, y viceversa. La humanidad haría sus propias leyes y no dependería más sobre Dios.
En el siglo XVIII La ciudad cambió otra vez debido a la revolución industrial que dio una oportunidad a sociedades a pequeña escala al norte de Europa. Los avances tecnológicos hasta entonces habían venido desde Asia pero ahora Occidente dio un salto al futuro. Sus poblaciones migraron del campo a la ciudad en pocas generaciones. Había nacido la civilización industrial. Ahora este fenómeno se encuentra en todo el mundo pero empezó en Manchester dónde los grandes edificios como el Ayuntamiento tiene estatuas representativas de la nueva civilización: no son poetas o dioses sino hombres de ciencia y tecnología. Prudencia y trabajo duro eran los ideales de la nueva era y a través del imperio británico el comercio unía las antiguas civilizaciones bajo el capitalismo manufacturero.
Las primeras grandes ciudades de las civilizaciones indias, medio orientales y chinas habían sido espacios sagrados pero estas nuevas ciudades eran lugares dónde se trabajaba duro para hacer dinero. Sus constructores, los británicos victorianos eran optimistas respecto al papel de la ciudad como fuerza liberadora y de orden en asuntos humanos.
El moderno estado líder de Occidente ha construido su capital, Washington, con edificios de tradición egipcia, romana y griega. Proclaman que USA es el heredero del legado de las antiguas civilizaciones. Los ideales del nuevo imperio se leen en mármol. El memorial a Lincoln, modelado sobre el Partenón de Atenas, conmemora un líder que, en medio de una guerra civil brutal, mantuvo los valores de la Ilustración, la creencia que todos nacimos iguales con derecho a libertad y felicidad.
Hoy día con la expansión de las tecnologías de la comunicación vivimos en una aldea global. Los valores de la democracia liberal capitalista no parecen tener rival. Sin embargo en Occidente ha una creciente sensación que nuestra manera de vivir ya no tiene soporte moral ni práctico porque produce polución, destrucción ecológica y explotación de la misma vida en el planeta.
La cuestión para la siguiente generación es: ¿los valores como el individualismo, el consumo y la competitividad, valores occidentales, puedan garantizar la continúa salud del planeta solos?
En este momento cuando Occidente está en un su momento de triunfo parece que ha llegado al punto de muchas civilizaciones anteriores: elegir entre transformarse aprendiendo de otros, o morir.
En los orígenes de la civilización hace 5.000 años hoy vemos un desierto provocado por un desastre ecológico. Los fundadores de esta civilización cuentan un mito sobre su fundación. Dice que fue un trato diabólico porque ofrecía las alegrías de la vida, las artes, el sexo, la justicia y los ideales nobles de la humanidad; sin embargo también trajo la destrucción, violencia crueldad y miedo. El dios sumerio de la sabiduría decía que todo esto era la civilización y que si se quiere sus beneficios se tiene que aceptar todas sus cualidades - úsalas con autocontrol y sabiduría.
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